sábado, 15 de febrero de 2020

CURSO DE MILAGROS



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EPÍLOGO




1. No olvides que una vez que esta jornada ha comenzado, el final es seguro.  Las dudas te asaltarán una y otra vez a lo largo del camino, y luego se aplacarán solo para volver a surgir. El final, no obstante, es indudable.  Nadie puede dejar de hacer lo que Dios le ha encomendado que haga. Cuando te olvides de esto, recuerda que caminas a Su lado, con Su Palabra impresa en tu corazón. ¿Quién puede desalentarse teniendo una esperanza como ésta? Ilusiones de abatimiento parecerán asaltarte, pero aprende a no dejarte engañar por ellas. Detrás de cada ilusión está la realidad y está Dios. ¿Por qué ibas a seguir esperando por esto y substituirlo por ilusiones, cuando Su Amor se encuentra tan solo un instante más allá en el camino donde todas ellas acaban? El final es indudable y está garantizado por Dios. ¿Quién se detendría ante una imagen inerte, cuando con un paso más el más Santo de todos los Santos abre una puerta inmemorial que conduce más allá del mundo?

2. Tú eres un extraño aquí. Pero le perteneces a Aquel que te ama como Él se ama a Sí Mismo. Solo con que me pidas que te ayude a hacer rodar la piedra, ello se hará conforme a Su Voluntad. Nuestra jornada ya ha comenzado. Hace mucho tiempo que el final se escribió en las estrellas y se plasmó en los Cielos con un rayo de luz brillante que lo ha mantenido a salvo en la eternidad y a lo largo del tiempo, y que aún lo conserva inalterado, imperturbable e inmutable.

3. No tengas miedo. No hemos hecho más que reanudar una vieja jornada que comenzamos hace mucho tiempo, pero que aparenta ser nueva. Hemos reanudado nuestra jornada por la misma senda que estábamos recorriendo antes y en la que, por un tiempo, nos perdimos. Y ahora lo intentamos de nuevo. Nuestro nuevo comienzo posee la certeza que le había faltado a la jornada hasta ahora. Levanta la mirada y contempla Su Palabra entre las estrellas, donde Él ha escrito tu Nombre junto con el Suyo. Levanta la mirada y halla tu infalible destino que el mundo quiere ocultar, pero que Dios quiere que veas.

4. Esperemos aquí en silencio, y arrodillémonos un instante en agradecimiento hacia Aquel que nos llamó y nos ayudó a oír Su Llamada. Y luego levantémonos y recorramos con fe el camino que nos conduce a Él. Ahora estamos seguros de que no caminamos solos. Pues Dios está aquí, y con Él todos nuestros hermanos. Ahora sabemos que jamás volveremos a extraviarnos. El canto que solo se había interrumpido por un instante se vuelve a oír, si bien parece como si nunca antes se hubiera entonado. Lo que ahora ha empezado ganará fuerza, vida y esperanza, hasta que el mundo se detenga por un instante y olvide todo lo que el sueño de pecado hizo de él.


5. Salgamos al encuentro de ese mundo recién nacido, sabiendo que Cristo ha renacido en él y que la bendición de su renacimiento perdurará para siempre. Habíamos perdido el rumbo, pero Él lo ha encontrado por nosotros. Démosle la bienvenida a Aquel que regresa a nosotros para celebrar la salvación y el fin de todo lo que creíamos haber hecho. El lucero del alba de este nuevo día contempla un mundo diferente en el que se le da la bienvenida a Dios y a Su Hijo junto con Él. Nosotros que Lo completamos, Le damos las gracias, tal como Él nos las da a nosotros. El Hijo reposa, y en la quietud que Dios le dio, entra en su hogar y por fin está en paz.

6. EL ESPÍRITU SANTO



1. Jesús es la manifestación del Espíritu Santo, a Quien invocó para que descendiera sobre la tierra después de su ascensión al Cielo, es decir, después de haberse identificado completamente con el Cristo, el Hijo de Dios tal como Él lo creó. Al ser el Espíritu Santo una Creación del único Creador y al crear junto con Él y a Su Semejanza o Espíritu, es eterno y nunca ha cambiado. Fue “invocado para que descendiera sobre la tierra” en el sentido de que entonces se hizo posible aceptarle y escuchar Su Voz. Su Voz es la Voz de Dios y, por lo tanto, ha adquirido forma. Dicha forma no es Su realidad, la cual solo Dios conoce junto con Cristo, Su verdadero Hijo, Quien es parte de Él.

2. Al Espíritu Santo se le describe a lo largo del curso como Aquel que nos ofrece la respuesta a la separación; el que nos trae el plan de la Expiación, nos asigna el papel especial que nos corresponde desempeñar en él y nos muestra exactamente en qué consiste. Él ha designado a Jesús como el líder para llevar a cabo Su plan, ya que Jesús fue el primero en desempeñar perfectamente su papel. Se le ha dado pleno poder en el Cielo y en la tierra, y lo compartirá contigo cuando tú hayas desempeñado el tuyo. El principio de la Expiación le fue dado al Espíritu Santo mucho antes de que Jesús la pusiera en marcha.

3. Al Espíritu Santo se le describe como el último vínculo de comunicación entre Dios y Sus Hijos separados.  A fin de llevar a cabo esta función especial, Él ha asumido una doble función.  Goza de conocimiento porque es parte de Dios; percibe porque fue enviado para salvar a la humanidad.  Es el gran principio corrector, el portador de la verdadera percepción, el poder intrínseco de la visión de Cristo. Es la luz en la que se percibe el mundo perdonado, en el que solamente puede verse la faz de Cristo.  Nunca se olvida del Creador ni de Su Creación. Nunca se olvida del Hijo de Dios. Nunca se olvida de ti. Te brinda el Amor de tu Padre en un eterno resplandor que nunca será extinguido porque Dios Mismo lo depositó ahí.

4. El Espíritu Santo mora en la parte de tu mente que es parte de la Mente de Cristo.  Él representa a tu Ser y a tu Creador, Quienes son Uno.  Habla por Dios y también por ti, ya que está unido a Ambos. Por consiguiente, Él es la prueba de que Ambos son Uno.  El Espíritu Santo parece ser una voz, pues de esa forma es como te comunica la Palabra de Dios. Parece ser un guía por tierras lejanas, pues ésa es la clase de ayuda que necesitas. Y parece ser también cualquier cosa que satisfaga las necesidades que creas tener. Pero Él no se engaña cuando te percibes a ti mismo atrapado por necesidades que no tienes. De ellas es de las que quiere liberarte. De ellas es de las que quiere ponerte a salvo.

5. Tú eres Su manifestación en este mundo. Tu Hermano te invoca para que seas la Voz del Espíritu Santo junto con él. Por sí solo no puede ser el Ayudante del Hijo de Dios, pues por sí solo no tiene ninguna función.  Pero unido a ti es el resplandeciente Salvador del mundo, cuyo papel en la redención de éste tú has completado.  Él os da las gracias a ti y a tu hermano, pues os elevasteis con él cuando empezó a salvar al mundo. Y estaréis con él cuando el tiempo haya cesado y ya no quede ni rastro de los sueños de rencor en los que bailabais al compás de la exangüe música de la muerte.  Pues en su lugar se oirá el himno a Dios por unos momentos más.  Y luego ya no se oirá más la Voz, ya que no volverá a adoptar ninguna forma, sino que retornará a la eterna Amorfía de Dios.

5. JESÚS – CRISTO



1. No necesitas ayuda para entrar en el Cielo, ya que jamás te ausentaste de él. Pero sí necesitas una ayuda que proceda de más allá de ti, pues te encuentras limitado por falsas creencias con respecto a tu Identidad, la cual Dios estableció en la realidad. Los ayudantes que se te proveen varían de forma, aunque ante el altar son uno solo. Más allá de cada uno de ellos se encuentra un Pensamiento de Dios, y esto jamás ha de cambiar. Pero sus nombres difieren por un tiempo, puesto que el tiempo necesita símbolos, siendo de por sí irreal. Sus nombres son legión, pero no nos extenderemos más allá de los nombres que el curso en sí emplea. Dios no provee ayuda, pues no sabe de necesidades. Sin embargo, Él crea todos los Ayudantes que Su Hijo pueda necesitar, mientras siga creyendo que sus fantasías son reales. Da gracias a Dios por ellos, pues son quienes te conducirán de regreso a tu hogar.

2. El nombre de Jesús es el nombre de uno que, siendo hombre, vio la faz de Cristo en todos sus hermanos y recordó a Dios. Al identificarse con Cristo, dejó de ser un hombre y se volvió uno con Dios. El hombre era una ilusión, pues parecía ser un ser separado que caminaba por su cuenta, dentro de un cuerpo que aparentemente mantenía a su ser separado de su Ser, como hacen todas las ilusiones. Pero ¿quién puede salvar a menos que, al ver las ilusiones, las identifique como lo que son? Jesús sigue siendo un Salvador porque vio lo falso y no lo aceptó como verdad. Cristo necesitó su forma para poder presentarse ante los hombres y salvarlos de sus ilusiones.

3. En su completa identificación con el Cristo—el perfecto Hijo de Dios, Su única Creación y Su Felicidad, por siempre como Él y uno con Él—Jesús se convirtió en lo que todos vosotros no podéis sino ser. Mostró el camino para que lo siguieras. Te conduce de regreso a Dios porque vio el camino ante sí y lo siguió. Jesús hizo una clara distinción, todavía velada para ti, entre lo falso y lo verdadero. Te ofreció una demostración palpable de que es imposible matar al Hijo de Dios y de que el pecado, la maldad, la malicia, el miedo o la muerte no pueden alterar su vida en modo alguno.

4. Todos tus pecados, por lo tanto, te han sido perdonados, ya que nunca tuvieron consecuencia alguna. Y así, no fueron más que sueños. Levántate con aquel que te mostró esto, pues se lo debes por haber compartido contigo tus sueños para que pudieran ser disipados. Y todavía los comparte para mantenerse en unión contigo.

5. ¿Es él el Cristo? Por supuesto que sí, junto contigo. Su vida en la tierra no fue lo suficientemente larga como para poder enseñar la poderosa lección que aprendió por todos vosotros. Mas él permanecerá contigo para conducirte desde el infierno que tú fabricaste hasta Dios. Y cuando unas tu voluntad a la suya verás a través de su visión, pues los ojos de Cristo se comparten. Caminar con él es algo tan natural como caminar con un hermano al que conoces desde que naciste, pues eso es en verdad lo que él es. Se han hecho amargos ídolos de aquel que solo quiere ser un hermano para el mundo. Perdónale tus fantasías, y comprende lo mucho que amarías a un hermano así. Pues él por fin le brindará descanso a tu mente y la llevará contigo ante tu Dios.

6. ¿Es él el único Ayudante de Dios? ¡Por supuesto que no! Pues Cristo adoptará muchas formas con diferentes nombres hasta que se reconozca la unicidad  de todas ellas. Mas para ti, Jesús es el portador del único mensaje de Cristo acerca del Amor de Dios. No tienes necesidad de ningún otro. Es posible leer sus palabras y beneficiarse de ellas sin aceptarlo en tu vida. Mas él te ayudaría todavía más si compartieras con él tus penas y alegrías, y renunciaras a ambas para hallar la Paz de Dios. Sin embargo, lo que él quiere que aprendas por encima de todo sigue siendo la lección que vino a enseñar, la cual reza así: La muerte no existe porque el Hijo de Dios es como su Padre. No puedes hacer nada que pueda alterar el Amor Eterno. Olvida tus sueños de pecado y de culpabilidad, y en su lugar ven conmigo a compartir la resurrección del Hijo de Dios. Y trae contigo a todos aquellos que Él te ha enviado para que cuides de ellos como yo cuido de ti.

4. LA PERCEPCIÓN VERDADERA – EL CONOCIMIENTO




1. El mundo que ves no es más que la ilusión de un mundo. Dios no lo creó, ya que lo que Él crea tiene que ser tan eterno como Él. En el mundo que ves, pues, no hay nada que haya de perdurar para siempre. Algunas cosas durarán en el tiempo algo más que otras. Pero llegará el momento en el que a todo lo visible le llegue su fin.

2. Los ojos del cuerpo no son, por lo tanto, el medio a través del cual se puede ver el mundo real, pues las ilusiones que contemplan solo pueden conducir a más ilusiones de la realidad. Y eso es lo que hacen. Pues todo lo que los ojos del cuerpo ven, no solo no ha de durar, sino que además suscita pensamientos de pecado y culpabilidad. Todo lo que Dios creó, por otra parte, está por siempre libre de pecado y, por ende, por siempre libre de culpa.

3. El conocimiento no es el remedio para la percepción falsa, puesto que al proceder de distintos niveles, jamás pueden encontrarse. La única corrección posible para la percepción falsa es la percepción verdadera. Ésta no perdurará. Pero mientras dure, su propósito será sanar. La percepción verdadera es un remedio que se conoce por muchos nombres. El perdón, la salvación, la Expiación y la percepción verdadera son todos una misma cosa. Son el comienzo de un proceso cuyo fin es conducir a la Unicidad que los trasciende a todos. La percepción verdadera es el medio por el que se salva al mundo de las garras del pecado, pues el pecado no existe. Y esto es lo que la percepción verdadera ve.

4. El mundo se yergue como un sólido muro ante la faz de Cristo. Pero la percepción verdadera lo ve solo como un frágil velo, tan fácil de descorrer que no podría permanecer más de un instante. Y por fin se ve como lo que es. Y ahora no puede sino desaparecer, pues en su lugar ha quedado un espacio vacío que ha sido despejado y preparado. Donde antes se percibía destrucción, aparece ahora la faz de Cristo, y en ese instante el tiempo acaba para siempre y el mundo queda olvidado, según se disuelve en la nada de dónde provino.

5. Un mundo perdonado no puede perdurar. Era la morada de los cuerpos. Pero el perdón mira más allá de ellos. En eso radica su santidad; así es como sana. El mundo de los cuerpos es el mundo del pecado, pues solo si el cuerpo existiera sería posible el pecado. El pecado acarrea culpa, tan irremediablemente como el perdón acaba con ella. Y una vez que ha desaparecido todo rastro de culpa, ¿qué queda que pueda seguir manteniendo al mundo separado y fijo en su lugar? Pues la idea de lugar habrá desaparecido también, junto con el tiempo. El cuerpo es lo único que hace que el mundo parezca real, pues al ser algo separado no puede permanecer donde la separación es imposible. El perdón prueba que es imposible porque no ve el cuerpo. Y lo que entonces pasas por alto deja de ser comprensible para ti, tal como una vez estabas seguro de su presencia.

6. Éste es el cambio que brinda la percepción verdadera: lo que antes se había proyectado afuera, ahora se ve dentro, y ahí el perdón deja que desaparezca. Ahí se establece el altar al Hijo y ahí se recuerda a su Padre. Ahí se llevan todas las ilusiones ante la verdad y se depositan ante el altar. Lo que se ve como que está fuera no puede sino estar más allá del alcance del perdón, pues parece ser por siempre pecaminoso. ¿Qué esperanza puede haber mientras se siga viendo el pecado como algo externo? ¿Qué remedio puede haber para la culpabilidad? Mas al ver a la culpabilidad y al perdón dentro de tu mente, éstos se encuentran juntos por un instante, uno al lado del otro, ante un solo altar. Ahí, por fin, la enfermedad y su único remedio se unen en un destello de luz sanadora. Dios ha venido a reclamar lo que es Suyo. El perdón se ha consumado.

7. Y ahora, el Conocimiento de Dios, inmutable, absoluto, puro y completamente comprensible, entra en su Reino. Ya no hay percepción, ni falsa ni verdadera. Ya no hay perdón, pues su tarea ha finalizado. Ya no hay cuerpos, pues han desaparecido ante la deslumbrante luz del altar del Hijo de Dios. Dios sabe que ese altar es Suyo, así como de Su Hijo. Y ahí se unen, pues ahí el resplandor de la faz de Cristo ha hecho desaparecer el último instante de tiempo, y ahora la última percepción del mundo no tiene propósito ni causa. Pues ahí donde el recuerdo de Dios ha llegado finalmente, no hay jornada ni creencia en el pecado, ni paredes ni cuerpos. Y la sombría atracción de la culpabilidad y de la muerte se extingue para siempre.

8. ¡Oh, hermanos míos, si tan solo supieras cuánta paz los envolverá y mantendrá a salvo, puros y amados en la Mete de Dios, no harían más que apresurarse a encontrarse con Él en Su altar! Santificado sea tu Nombre y el Suyo, pues se unen ahí, en ese santo lugar. Ahí Él se inclina para elevarlos hasta Él, liberándolos de las ilusiones para llevarlos a la santidad; liberándolos del mundo para conducirlos a la eternidad; liberándolos de todo temor y devolviéndolos al amor.

3. EL PERDÓN – LA FAZ DE CRISTO



1. El perdón es el medio que nos lleva a Dios y lo que nos permite alcanzarle, mas es algo ajeno a Él. Es imposible concebir que algo creado por Él pueda necesitar perdón. El perdón, entonces, es una ilusión, pero debido a su propósito, que es el del Espíritu Santo, hay algo que la hace diferente. A diferencia de las demás ilusiones, nos aleja del error en vez de acercarnos a él.

2. Al perdón podría considerársele una clase de ficción feliz: una manera en la que los que no saben pueden salvar la brecha entre su percepción y la verdad. No pueden pasar directamente de la percepción al conocimiento porque no creen que ésa sea su voluntad. Esto hace que Dios parezca ser un enemigo en lugar de lo que realmente es. Y es precisamente esta percepción demente la que hace que no estén dispuestos a simplemente ascender y retornar a Él en paz.

3. Y de este modo, necesitan una ilusión de ayuda porque se encuentran desvalidos; un Pensamiento de paz porque están en conflicto. Dios sabe lo que Su Hijo necesita antes de que él se lo pida. Dios no se ocupa en absoluto de la forma, pero al haber otorgado el contenido, Su Voluntad es que se comprenda. Y eso basta. Las formas se adaptan a las necesidades, pero el contenido es inmutable, tan eterno como su Creador.

4. Antes de que el recuerdo de Dios pueda retornar es necesario ver la faz de Cristo. La razón es obvia. Para ver la faz de Cristo se requiere percepción. El conocimiento no es algo que se pueda ver. Pero la faz de Cristo es el gran símbolo del perdón. Es la salvación. Es el símbolo del mundo real. El que la ve, deja de ver el mundo. Está tan cerca ya del umbral del Cielo como es posible estar mientras aún esté fuera. Mas desde ahí, un paso más basta para entrar. Es el paso final. Y ése se lo dejamos a Dios.

5. El perdón es un símbolo también, pero en cuanto que símbolo exclusivo de la Voluntad del Padre, no puede ser dividido. Y así, la unidad que refleja se convierte en Su Voluntad. Es lo único que aún está en el mundo en parte y que, al mismo tiempo, es el puente que conduce al Cielo.

6. La Voluntad de Dios es lo único que existe. Lo único que podemos hacer es pasar de la nada al todo; del infierno al Cielo. ¿Es esto una jornada? No, en verdad no lo es, pues la verdad no va a ninguna parte. Pero las ilusiones cambian según el lugar o la época. El paso final no es más que otro cambio. Por ser una percepción, es en parte irreal. Sin embargo, esa parte desaparecerá. Lo que entonces quedará será la paz eterna y la Voluntad de Dios.

7. Ahora ya no hay deseos, pues los deseos cambian. Incluso lo que una vez se deseó puede volverse indeseable. Esto es así porque el ego nunca puede estar en paz. Pero la Voluntad es constante, por ser el don de Dios. Y lo que Él da es siempre como Él Mismo. Éste es el propósito de la faz de Cristo. Es el regalo de Dios para la salvación de Su Hijo. Contempla únicamente esto y habrás sido perdonado.

8. ¡Cuán hermoso se vuelve el mundo en ese instante en el que ves la verdad acerca de ti mismo reflejada en él! Ahora estás libre de pecado y contemplas tu impecabilidad.  Ahora eres santo y así lo percibes. Y ahora la mente retorna a su Creador: la unión de Padre e Hijo; la Unidad de unidades que se encuentra detrás de toda unión, aunque más allá de todas ellas. No se ve a Dios, sino que únicamente se Le comprende. No se ataca a Su Hijo, sino que se le reconoce.

2. EL EGO - EL MILAGRO




1. Las ilusiones no perdurarán. Su final es indudable y eso es lo único que es seguro en su mundo. Por eso es por lo que es el mundo del ego. ¿Qué es el ego? El ego no es más que un sueño de lo que en realidad eres. Un pensamiento de que estás separado de tu Creador y un deseo de ser lo que Él no creó. El ego es un producto de la locura, no de la realidad. Es tan solo un nombre para lo innombrable. Un símbolo de lo imposible; una elección de opciones que no existen. Le damos un nombre solo para que nos ayude a entender que no es más que un pensamiento ancestral según el cual aquello que se ha inventado es inmortal. Mas ¿qué podría proceder de ello excepto un sueño que, al igual que todos los demás sueños, tan solo puede terminar en la muerte?

2. ¿Qué es el ego? El ego no es nada, pero se manifiesta de tal forma que parece ser algo. En un mundo de formas no se puede negar al ego, pues solo él parece real. Mas ¿podría el Hijo de Dios tal como su Padre lo creó morar en una forma o en un mundo de formas? Si alguien te pide que definas al ego y expliques cómo se originó, es porque cree que el ego es real e intenta, por definición, asegurarse de que su naturaleza ilusiva quede oculta tras las palabras que parecen otorgarle realidad.

3. Ninguna definición que se haya hecho de una mentira puede hacer que ésta sea verdad. Ni tampoco puede haber una verdad que las mentiras puedan realmente ocultar. La irrealidad del ego no se niega con palabras ni su significado se vuelve claro por el hecho de que su naturaleza parezca tener una forma. ¿Quién puede definir lo indefinible?  Sin embargo, incluso para esto hay una respuesta.

4. No podemos formular realmente una definición de lo que es el ego, pero sí podemos decir lo que no es. Y esto lo podemos ver con perfecta claridad. Basándonos en eso podemos deducir lo que es. Observa su opuesto y verás la única respuesta que tiene sentido.

5. A lo opuesto al ego, desde cualquier punto de vista—origen, efectos y consecuencias—le llamamos milagro. En él encontramos todo lo que no tiene que ver con el ego en este mundo. El milagro es lo opuesto al ego, y solo en él podemos observar lo que era el ego, pues en el milagro vemos lo que parecía hacer; y la causa y sus efectos no pueden sino seguir siendo una misma cosa.

6. Donde antes había obscuridad, ahora vemos luz. ¿Qué es el ego? Lo que antes era la obscuridad. ¿Dónde está el ego? Donde antes estaba la obscuridad. ¿Qué es ahora y dónde puede encontrársele? No es nada y no se le puede encontrar en ninguna parte. Ahora la luz ha llegado y su opuesto se ha ido sin dejar ni rastro. Donde antes había maldad, ahora hay santidad. ¿Qué es el ego? Lo que antes era la maldad. ¿Dónde está el ego? En una pesadilla que solo parecía ser real mientras la estabas soñando. Donde antes había crucifixión ahora está el Hijo de Dios. ¿Qué es el ego? ¿Quién tiene necesidad de preguntar? ¿Dónde está el ego? ¿Quién necesita ir en busca de ilusiones ahora que los sueños han desaparecido?

7. ¿Qué es un milagro? Un milagro es un sueño también. Pero si observas todos los aspectos de ese sueño, jamás volverás a dudar. Observa el bondadoso mundo que se extiende ante ti mientras caminas envuelto en mansedumbre.  Observa a los ayudantes que encuentras a lo largo del camino que recorres, felices ante la certeza del Cielo y la garantía de paz. Y observa también, por un instante, lo que por fin dejaste atrás y finalmente pasaste de largo.

8. Esto es lo que era el ego: el odio cruel, la necesidad de venganza y los gritos de dolor; el miedo a la muerte y el deseo de matar; la ilusión de no tener hermanos y el yo que parecía estar solo en el universo. El milagro corrige este terrible error con respecto a ti mismo con la misma dulzura con la que una madre amorosa adormece con su canto a su criatura. ¿No preferirías escuchar un canto así? ¿No contestaría ese canto todo lo que pensabas preguntar, haciendo incluso que cualquier pregunta no tenga sentido?

9. Tus preguntas no tienen respuesta, ya que han sido planteadas para acallar la Voz de Dios, la Cual nos hace a todos una sola pregunta: “¿Estás listo ya para ayudarme a salvar el mundo?” Pregunta esto en vez de preguntar qué es el ego y verás un súbito resplandor envolver al mundo que el ego fabricó. Ahora no se le niega a nadie ningún milagro. El mundo se ha salvado de todo lo que tú pensabas que era. Y lo que es, ha sido siempre absolutamente puro y jamás ha sido condenado.

10. El milagro perdona; el ego condena. No se necesita ninguna otra definición para ninguno de ellos excepto ésta. Mas ¿qué definición podría ser más cierta o estar más a tono con lo que es la salvación? Con esto el problema y la respuesta se llevan uno al lado del otro y, al estar finalmente juntos, la elección es obvia. ¿Quién elegiría el infierno de reconocer que eso es lo que está eligiendo? ¿Y quién no seguiría adelante un poco más, cuando le ha sido dado comprender que el camino es corto y que el Cielo es su meta?


1. MENTE - ESPÍRITU



1. El término mente se utiliza para representar el principio activo del espíritu, el cual le suministra a la mente su energía creadora. Cuando el término va con mayúscula, se refiere a Dios o a Cristo (es decir, a la Mente de Dios o a la Mente de Cristo). El Espíritu es el Pensamiento de Dios que Él creó semejante a Sí Mismo. El Espíritu unificado es el único Hijo de Dios o Cristo.

2. En este mundo, puesto que la mente está dividida, los Hijos de Dios parecen estar separados. Sus mentes, asimismo, no parecen estar unidas. En ese estado ilusorio, el concepto de una “mente individual” parece tener sentido. En el curso, por lo tanto, se describe a la mente como si consistiera de dos partes: el espíritu y el ego.

3. El espíritu es la parte que aún se mantiene en contacto con Dios a través del Espíritu Santo, Quien, aunque mora en esa parte, también ve la otra. No se usa el término “alma”, excepto en citas directas de la Biblia, por ser un término sumamente polémico. En cualquier caso, sería un equivalente de “espíritu”, entendiéndose que, al formar parte del ámbito de Dios, es eterna y nunca nació.

4. La otra parte de la mente es completamente ilusoria y solo teje ilusiones. El espíritu conserva su potencial creador, pero Su voluntad, que es la de Dios, parecerá estar cautiva mientras la mente no esté unificada. La Creación continúa imperturbable porque ésa es la Voluntad de Dios. Dicha Voluntad está siempre unificada, por lo tanto, no tiene significado en este mundo. No tiene grados ni opuestos.

5. La mente puede gozar de rectitud o estar errada, dependiendo de la voz que escuche. La mentalidad recta escucha al Espíritu Santo, perdona al mundo y, en su lugar, ve el mundo real a través de la visión de Cristo. Ésta es la visión final, la última percepción, la condición en la que Dios Mismo da el paso final. Ahí, al tiempo y a lo ilusorio, les llega su fin.

6. La mentalidad errada escucha al ego y teje ilusiones; percibe el pecado, justifica la ira, y considera que la culpabilidad, la enfermedad y la muerte son reales. Tanto este mundo como el mundo real son ilusorios, pues la mentalidad recta simplemente pasa por alto o perdona lo que nunca ocurrió. Por lo tanto, la mentalidad recta no es la Mentalidad-Uno de la Mente de Cristo, Cuya Voluntad es una con la de Dios.

7. La única libertad que aún nos queda en este mundo es la libertad de elegir, y la elección es siempre entre dos alternativas o dos voces. La Voluntad no está involucrada en la percepción a ningún nivel y no tiene nada que ver con el proceso de elegir. La conciencia es el mecanismo receptor y recibe mensajes tanto del plano superior como del inferior, del Espíritu Santo o del ego. La conciencia tiene niveles y puede cambiar drásticamente de uno a otro, pero no puede trascender el dominio de lo perceptual.  En su nivel más elevado, se vuelve consciente del mundo real, y puede ser entrenada para que lo haga cada vez más. Sin embargo, el hecho mismo de que tenga niveles y de que pueda ser entrenada demuestra que no puede alcanzar el conocimiento.