1. No necesitas ayuda para entrar en el Cielo, ya que jamás te
ausentaste de él. Pero sí necesitas una ayuda que proceda de más allá de ti,
pues te encuentras limitado por falsas creencias con respecto a tu Identidad,
la cual Dios estableció en la realidad. Los ayudantes que se te proveen varían
de forma, aunque ante el altar son uno solo. Más allá de cada uno de ellos se
encuentra un Pensamiento de Dios, y esto jamás ha de cambiar. Pero sus nombres
difieren por un tiempo, puesto que el tiempo necesita símbolos, siendo de por
sí irreal. Sus nombres son legión, pero no nos extenderemos más allá de los
nombres que el curso en sí emplea. Dios no provee ayuda, pues no sabe de
necesidades. Sin embargo, Él crea todos los Ayudantes que Su Hijo pueda
necesitar, mientras siga creyendo que sus fantasías son reales. Da gracias a
Dios por ellos, pues son quienes te conducirán de regreso a tu hogar.
2. El nombre de Jesús es el nombre de uno que, siendo hombre, vio la
faz de Cristo en todos sus hermanos y recordó a Dios. Al identificarse con
Cristo, dejó de ser un hombre y se volvió uno con Dios. El hombre era una
ilusión, pues parecía ser un ser separado que caminaba por su cuenta, dentro de
un cuerpo que aparentemente mantenía a su ser separado de su Ser, como hacen
todas las ilusiones. Pero ¿quién puede salvar a menos que, al ver las
ilusiones, las identifique como lo que son? Jesús sigue siendo un Salvador
porque vio lo falso y no lo aceptó como verdad. Cristo necesitó su forma para
poder presentarse ante los hombres y salvarlos de sus ilusiones.
3. En su completa identificación con el Cristo—el perfecto Hijo de
Dios, Su única Creación y Su Felicidad, por siempre como Él y uno con Él—Jesús
se convirtió en lo que todos vosotros no podéis sino ser. Mostró el camino para
que lo siguieras. Te conduce de regreso a Dios porque vio el camino ante sí y
lo siguió. Jesús hizo una clara distinción, todavía velada para ti, entre lo
falso y lo verdadero. Te ofreció una demostración palpable de que es imposible
matar al Hijo de Dios y de que el pecado, la maldad, la malicia, el miedo o la
muerte no pueden alterar su vida en modo alguno.
4. Todos tus pecados, por lo tanto, te han sido perdonados, ya que
nunca tuvieron consecuencia alguna. Y así, no fueron más que sueños. Levántate
con aquel que te mostró esto, pues se lo debes por haber compartido contigo tus
sueños para que pudieran ser disipados. Y todavía los comparte para mantenerse
en unión contigo.
5. ¿Es él el Cristo? Por supuesto que sí, junto contigo. Su vida en la
tierra no fue lo suficientemente larga como para poder enseñar la poderosa
lección que aprendió por todos vosotros. Mas él permanecerá contigo para
conducirte desde el infierno que tú fabricaste hasta Dios. Y cuando unas tu
voluntad a la suya verás a través de su visión, pues los ojos de Cristo se
comparten. Caminar con él es algo tan natural como caminar con un hermano al
que conoces desde que naciste, pues eso es en verdad lo que él es. Se han hecho
amargos ídolos de aquel que solo quiere ser un hermano para el mundo. Perdónale
tus fantasías, y comprende lo mucho que amarías a un hermano así. Pues él por
fin le brindará descanso a tu mente y la llevará contigo ante tu Dios.
6. ¿Es él el único Ayudante de Dios? ¡Por supuesto que no! Pues Cristo
adoptará muchas formas con diferentes nombres hasta que se reconozca la
unicidad de todas ellas. Mas para ti,
Jesús es el portador del único mensaje de Cristo acerca del Amor de Dios. No
tienes necesidad de ningún otro. Es posible leer sus palabras y beneficiarse de
ellas sin aceptarlo en tu vida. Mas él te ayudaría todavía más si compartieras
con él tus penas y alegrías, y renunciaras a ambas para hallar la Paz de Dios. Sin
embargo, lo que él quiere que aprendas por encima de todo sigue siendo la
lección que vino a enseñar, la cual reza así: La muerte no existe porque el Hijo
de Dios es como su Padre. No puedes hacer nada que pueda alterar el Amor
Eterno. Olvida tus sueños de pecado y de culpabilidad, y en su lugar ven
conmigo a compartir la resurrección del Hijo de Dios. Y trae contigo a todos
aquellos que Él te ha enviado para que cuides de ellos como yo cuido de ti.
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