1. Jesús es la manifestación del Espíritu Santo, a Quien invocó para
que descendiera sobre la tierra después de su ascensión al Cielo, es decir,
después de haberse identificado completamente con el Cristo, el Hijo de Dios
tal como Él lo creó. Al ser el Espíritu Santo una Creación del único Creador y
al crear junto con Él y a Su Semejanza o Espíritu, es eterno y nunca ha cambiado.
Fue “invocado para que descendiera sobre la tierra” en el sentido de que
entonces se hizo posible aceptarle y escuchar Su Voz. Su Voz es la Voz de Dios
y, por lo tanto, ha adquirido forma. Dicha forma no es Su realidad, la cual solo
Dios conoce junto con Cristo, Su verdadero Hijo, Quien es parte de Él.
2. Al Espíritu Santo se le describe a lo largo del curso como Aquel
que nos ofrece la respuesta a la separación; el que nos trae el plan de la
Expiación, nos asigna el papel especial que nos corresponde desempeñar en él y
nos muestra exactamente en qué consiste. Él ha designado a Jesús como el líder
para llevar a cabo Su plan, ya que Jesús fue el primero en desempeñar
perfectamente su papel. Se le ha dado pleno poder en el Cielo y en la tierra, y
lo compartirá contigo cuando tú hayas desempeñado el tuyo. El principio de la
Expiación le fue dado al Espíritu Santo mucho antes de que Jesús la pusiera en
marcha.
3. Al Espíritu Santo se le describe como el último vínculo de
comunicación entre Dios y Sus Hijos separados. A fin de llevar a cabo esta función especial,
Él ha asumido una doble función. Goza de
conocimiento porque es parte de Dios; percibe porque fue enviado para salvar a
la humanidad. Es el gran principio
corrector, el portador de la verdadera percepción, el poder intrínseco de la
visión de Cristo. Es la luz en la que se percibe el mundo perdonado, en el que
solamente puede verse la faz de Cristo. Nunca se olvida del Creador ni de Su Creación.
Nunca se olvida del Hijo de Dios. Nunca se olvida de ti. Te brinda el Amor de
tu Padre en un eterno resplandor que nunca será extinguido porque Dios Mismo lo
depositó ahí.
4. El Espíritu Santo mora en la parte de tu mente que es parte de la
Mente de Cristo. Él representa a tu Ser
y a tu Creador, Quienes son Uno. Habla
por Dios y también por ti, ya que está unido a Ambos. Por consiguiente, Él es la
prueba de que Ambos son Uno. El Espíritu
Santo parece ser una voz, pues de esa forma es como te comunica la Palabra de
Dios. Parece ser un guía por tierras lejanas, pues ésa es la clase de ayuda que
necesitas. Y parece ser también cualquier cosa que satisfaga las necesidades
que creas tener. Pero Él no se engaña cuando te percibes a ti mismo atrapado por
necesidades que no tienes. De ellas es de las que quiere liberarte. De ellas
es de las que quiere ponerte a salvo.
5. Tú eres Su manifestación en este mundo. Tu Hermano te invoca para
que seas la Voz del Espíritu Santo junto con él. Por sí solo no puede ser el
Ayudante del Hijo de Dios, pues por sí solo no tiene ninguna función. Pero unido a ti es el resplandeciente
Salvador del mundo, cuyo papel en la redención de éste tú has completado. Él os da las gracias a ti y a tu hermano, pues
os elevasteis con él cuando empezó a salvar al mundo. Y estaréis con él cuando
el tiempo haya cesado y ya no quede ni rastro de los sueños de rencor en los
que bailabais al compás de la exangüe música de la muerte. Pues en su lugar se oirá el himno a Dios por
unos momentos más. Y luego ya no se oirá
más la Voz, ya que no volverá a adoptar ninguna forma, sino que retornará a la
eterna Amorfía de Dios.
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